miércoles, 1 de agosto de 2007

De profecías

¿Es difícil ser profeta? Existiendo Bush y Aznar podríamos decir que no. Veamos una carta que escribí antes de empezar la guerra de Irak y que envié a mi universidad:

YO ACUSO.
Carta abierta al Sr. D. José María Aznar, presidente del Gobierno de España.

Sr. presidente,
¿Me permitirá usted que me preocupe por su gloria futura y le diga que su estrella, afortunada hasta ahora, se ve amenazada por la más vergonzosa e imborrable de las manchas?
Usted tenía la confianza del pueblo español. No obstante, ¡qué mancha de chapapote sobre su nombre –iba a decir sobre su reinado- ha arrojado el abobinable caso de la guerra en Irak. España acaba de aliarse para iniciar una guerra. Se acabó, España ostentará ahora esa mancha en la mejilla y la historia escribirá que semejante crimen social fue posible bajo su presidencia.
Pero si usted se ha atrevido, yo también me atreveré. Mi deber es hablar, no quiero ser cómplice. Mis noches se verían asediadas por el espectro de miles de víctimas inocentes que, habiendo padecido el suplicio de un embargo, las consecuencias de un dictador cruel y sanguinario, va a padecer ahora las consecuencias de una guerra, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis.
Y a usted, señor presidente, le gritaré esa verdad, con toda la fuerza que me da mi rechazo de hombre decente.
Ante todo, la verdad sobre la guerra en Irak.
Todo lo ha dirigido, todo lo ha realizado un hombre nefasto, el presidente de los Estados Unidos de América George W. Bush. Él es prácticamente el causante de la guerra; pero no se sabrá hasta que una investigación independiente y neutral establezca claramente sus actos y sus responsabilidades. Posee la mente más turbia, más enrevesada y obsesionada por el control imperial del mundo que conozco, y se vale de los medios de comunicación y de su inmenso poder. Él maquinó un nuevo orden mundial, del que Estados Unidos fuera señor absoluto, con absoluto desprecio de las demás naciones de la tierra, excepto las que públicamente declararan su acatamiento y su sumisión al Imperio. No tengo porqué contarlo todo; que busquen, ya encontrarán. Declaro sencillamente que el presidente George W. Bush, es el primer culpable del espantoso crimen que está a punto de cometerse.
Está a punto de cometerse el más espantoso crimen contra la legalidad internacional. Un grupo minoritario de naciones, sin el menor amparo legal (su única excusa es la resolución 1441 que habla de “serias consecuencias”. ¿Acaso una guerra es sólo una seria consecuencia?, ¿los miles de muertos serán sólo una seria consecuencia?).
¿Hablamos del petróleo?, por cierto ¿qué industria es la que ha aupado en riqueza y poder a los Bush hasta dos presidencias de los Estados Unidos?¿Es el petróleo la causa de que se tenga que armar una guerra, incluyendo la invasión de un país, en vez de atacar sólo al dictador y sus riquezas?, ¿Es el petróleo la causa de que Sadam Hussein, presidente iraquí, sea el único dictador cruel y sanguinario que exista en el mundo? por cierto ¿será el petróleo la causa de que Estados Unidos vendiera a Irak armas de destrucción masiva antes de la guerra contra Irán? porque ¿fueron Estados Unidos los que vendieron dichas armas?, verdad.
¿Hablamos de las armas?¿qué país del mundo es el que tiene más armas de destrucción masiva?¿No es cierto que la industria armamentística necesita destrucciones masivas de armas cada diez años aproximadamente? lo contrario sería obviamente antieconómico. Pero sobre la economía podríamos decir tantas cosas que nos iríamos lejos del contenido de esta carta, señor Aznar.
A pesar de todo ello, le podríamos aplicar al señor Bush un pequeño eximente. Gracias a su inmenso poder y a su control sobre los medios de comunicación, gracias a su manipulación del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2.001, gracias a la lejanía geográfica y cultural entre Estados Unidos e Irak, el señor Bush tiene a su lado a la mayoría de la opinión pública de su país.
Claro que al lado de dicho eximente, podríamos oponer un agravante: el señor Bush ganó las elecciones a la presidencia de su nación gracias a un puñado de votos obtenidos en un estado con un sistema antediluviano de votación y gobernado, sospechosamente, por su hermano, Jebb Bush.
¿Hablamos del proceso de la guerra? Irak, fiel aliado de los Estados Unidos hasta entonces, invade Kuwait en el año 1.990, en flagrante conculcación del derecho internacional, y con la posesión de armas de destrucción masiva que previamente le habían vendido los Estados Unidos para liberarse del régimen islámico de Irán. Una inmensa mayoría de naciones están entonces de acuerdo en reponer la legalidad internacional, formando una coalición de más de treinta naciones para realizar el ataque. Rusia, China, la Unión Europea, bastantes países árabes, y la mayoría de naciones del resto del mundo están de acuerdo en realizar el ataque. Ataque que debería haber sido selectivo contra Sadam Hussein.
El ataque se produce, pero sólo Sadam Hussein sale beneficiado, todo su pueblo padece diez años de hambre y privaciones, ¿cuántos niños no han muerto por no haber liberado a Irak de tan terrible dictador? niños que podrían haber sido un Shakespeare, un Einstein o un Juan XXIII. Pero extrañas razones de geopolítica o una humillante falta, real o voluntaria, de tecnología para acabar con el dictador, permiten que éste continúe en su puesto durante más de diez años más. A pesar del incumplimiento sistemático de las resoluciones de las Naciones Unidas, y dejando que el pueblo iraquí siguiera sufriendo.
Y llegamos al dramático acontecimiento del 11 de septiembre que todos conocemos. Un atentado que se realiza con una simple navaja como única arma y que causa miles de víctimas en Nueva York. Un atentado en el que se utilizan aviones de los Estados Unidos para realizar todo el destrozo. La nación americana sale, con razón, conmocionada por el terror. Parece que el atentado fue realizado por una red terrorista, similar a cualquier red terrorista mundial, llamada Al Qaida y parece que dicha red terrorista tenía su sede en Afganistán. Nada justifica una guerra. Como prueba de ello, simplemente decir que Ben Laden, líder de Al Qaida sigue con vida, mientras que miles de Afganos han muerto por efecto de la guerra, mientras que la situación real del país prácticamente no ha variado desde los tiempos de los talibanes.
Bueno, dicha guerra me parece injustificable e injustificada, pero su justificación por los atentados terroristas podría ser un buen atenuante. Un buen atenuante para todos, menos para quien sepa que terrorismo y guerra son dos fenómenos totalmente separados. Y eso lo sabemos fundamentalmente los españoles, señor Aznar. Afortunadamente a Franco no se le ocurrió bombardear San Sebastián, Bilbao y Vitoria para atajar el terrorismo etarra.
¿qué solucionaremos atacando Irak? Las armas de destrucción masiva están prácticamente disponibles en internet para cualquier terrorista. ¿Necesitan los terroristas de un estado para obtener un botecito de ántrax o una bomba atómica? Sinceramente creo que no. Por otro lado ¿es justificable una guerra, donde morirán decenas de miles de personas o más como solución preventiva frente a un ataque terrorista? ¿No es mejor dejar a la pobre gente inocente en paz y atajar el problema de raíz, mediante una justicia internacional que capture directamente a los dictadores o (y conste que la solución no es de mi agrado) mediante el magnicidio? Como dijo F. Forsyth en “Los perros de la guerra”, todos los millones de muertos de la segunda guerra mundial podrían haberse ahorrado con un mercenario y una bala. Claro que el magnicidio no es de mi agrado, pero si existiera un sistema legal internacional creo que podría tener cabida merced al inmenso poder que acumulan los hombres de estado, los magnos personajes.
Llegamos así a la guerra. Pero lo más grave del caso, como decía, es que usted y el señor Anthony Blair han apoyado dicha guerra, en el caso del señor Blair contra la opinión de 1/3 de su parlamento y en su caso contra la opinión de casi ½ de su parlamento, en ambos casos con oposición de sus respectivas opiniones públicas.
Para no alargar esta carta, olvidémonos del señor Blair, Dios y la historia le juzgarán. Olvidémonos del señor Berlusconi (El caballero), olvidémonos de la situación de Australia, de la de Turquía, de la de Bulgaria y de la de otras excepciones de menor importancia.
Vayamos a Usted, señor Aznar. A usted que sabe mejor que nadie el problema del terrorismo, a usted que sabe mejor que nadie que ninguna guerra puede acabar con dicho fenómeno (¿por qué no invadimos Francia cuando ésta no nos daba su colaboración?, ¿por qué no se militarizó al País Vasco?), a usted (y a su partido) que tanto han sufrido con el terrorismo habría que preguntarles: ¿estarían de acuerdo las víctimas del terrorismo con una guerra para [no] acabar con dicho fenómeno? ¿estarían de acuerdo los pobres concejales del País Vasco, que sólo luchan por la libertad, con una guerra? Sinceramente creo que no señor Aznar. A lo mejor podríamos dejar hablar a los miembros independientes de “Basta ya”.
¿No está usted exponiendo a España al terrorismo islámico, señor Aznar? Muchos opinamos que la guerra no sólo no acabará con el terrorismo sino que lo potenciará, la vieja Europa ha demostrado que además de vieja es sabia. Frente al espíritu vaquero de los americanos, al apoyo de sus primos británicos, y a su vasallaje, señor Aznar se han levantado las voces de la vieja Europa, las voces de Francia, de Alemania, de Rusia, en desacuerdo total con los americanos. Se ha levantado la voz del Papa, una voz que dice que por haber sobrevivido a una guerra, no puede y no quiere aceptar otra. Por cierto, ¿es usted católico señor Aznar? Estoy seguro de que su conciencia tiene que impedirle dormir muchas noches.
Una inmensa mayoría de su nación está en contra de la guerra, señor Aznar, la Unión Europea, que tanto ha costado levantar está en peligro por la guerra, la Organización de Naciones Unidas, que tanto bien ha hecho a la humanidad a pesar de su inoperancia ha sido ya de hecho la primera víctima de la guerra. La legalidad internacional ha sido ya víctima de la guerra. El orden mundial está siendo ya víctima de la guerra, y usted está siendo uno de los máximos responsables.
En los horribles días de confusión moral que estamos viviendo, en un momento en que la conciencia pública está en su contra, a usted señor Aznar me dirijo.
Cada día, al leer en los periódicos el progreso hacia la guerra aumenta mi estupor y se solivianta mi espíritu. ¿Cómo? señor Aznar, ¿es su gobierno el que ha llegado a eso, a convencerse de las mentiras más evidentes, a atacar al pobre y empobrecido pueblo iraquí (no me hará creer que estas bombas que vemos caer no matan, además de destruir un país), a parecerse a los terroristas matando gente (ya dijo Marco Aurelio, filósofo y emperador, que la mejor forma de acabar con ellos es no parecerse a ellos (se refería a los bárbaros), y usted, señor Aznar, se está pareciendo cada vez más a los terroristas).
¡Qué angustia y qué tristeza, España, hay en el alma de los que te quieren, de los que desean tu honor y tu grandeza! Con aflicción contemplo esta mar turbia y encrespada de la guerra, me pregunto cuáles son las causas de la tempestad que amenaza con llevarse la paz y tu gloria. La situación reviste una gravedad mortal, veo síntomas que me inquietan, por eso la opinión pública y yo, debemos seguir hablando, atrevernos a decirlo todo, debemos seguir mejorando España, aunque ello vaya contra su gobierno, señor Aznar.
¡Vamos a luchar por la humanidad, la verdad, la justicia! ¡Vamos a luchar por una legislación internacional justa! ¡Vamos a luchar por la paz, contra la guerra ahora y siempre! ¡Vamos a luchar contra el terrorismo, pero con las armas adecuadas, ahora y siempre!
Pero la carta se alarga, señor presidente, y ya va siendo hora de concluir.
Yo acuso a George W. Bush de promover una guerra, defender los intereses de su nación frente a los intereses de la humanidad, acabar con la obra de ilustres antecesores como Abraham Lincoln y que probablemente hubiera continuado el señor Gore, a quien le arrebató, en forma indigna, la presidencia de los Estados Unidos.
Acuso al señor Blair de seguir a ciegas la política imperialista del señor Bush, contra la opinión pública de su país y contra la opinión pública internacional, contra la opinión de muchos miembros de su propia mayoría parlamentaria, de ir contra la Unión Europea para rendir tributo al señor Bush.
Acuso al señor Hussein de ser causante indirecto (indirecto porque sólo el que ataca puede ser causante directo) de la guerra, le acuso de oprimir a su pueblo y de ser un dictador sanguinario que se ha hecho acreedor a un magnicidio, siempre que un tribunal internacional justo e independiente de los gobiernos así lo decida, para evitar una guerra. Nunca justifico la pena de muerte, sólo me la puedo plantear cuando la persona haya acumulado tanto poder y tanta riqueza, cuando haya cometido tantos crímenes que ya no quepa otra solución para evitar que los siga cometiendo, y siempre bajo la legalidad internacional.
Acuso a todos los dictadores y a algunos presuntos demócratas, de todo color y signo político, de ser crueles, sanguinarios y de oprimir a sus poblaciones. Les acuso de conculcar las más elementales normas del Derecho Natural Internacional e insto a la comunidad de naciones a acabar con todas las situaciones de impunidad. ¿Hablamos de Turkmenistán?, ¿por qué no acabamos con el Padre de los Turcomanos?, ¿porque no tiene petróleo?, a él todavía podemos cazarlo en alguna reunión multilateral.
Le acuso a usted, señor Aznar de ser uno de los tres provocadores máximos de la guerra, de ir contra la opinión pública de su país, contra casi la mitad del congreso de diputados, de confundir terrorismo y guerra, cuestión especialmente grave en quien ha sufrido el terrorismo, de separar a nuestro país de los principales miembros de la Unión Europea, de acabar con la Organización de Naciones Unidas, de propugnar un nuevo orden mundial absolutamente imperialista e injusto en contra de los intereses de su pueblo y de la construcción europea, de exponer a su país a una forma de terrorismo más cruel y sanguinaria que la conocida hasta ahora, de atacar a la principal fuente de riquezas de su país.
En cuanto a su decisión de mandar sólo contingentes humanitarios a la guerra, no insulte de nuevo a la opinión pública española, no somos tan inocentes, relea por favor “Guerra y Paz” de Tolstoy, es mejor que no haya humanitarismo en la guerra. La guerra es tan cruel, tan injusta, produce tanto sufrimiento que es contraproducente humanizarla, lo que hay que hacer es mostrarla en toda su crudeza, en toda su inhumanidad, no hacerla, acabar con ella. Pretender paliar una guerra mediante un programa humanitario es como pretender curar un cáncer con aspirinas, señor Aznar, quedémonos en España. No seamos cómplices de la expoliación a que se va a someter al pueblo iraquí tras la guerra, amparándonos en nuestra ayuda humanitaria. ¿A quién van a ir los beneficios del petróleo tras la guerra, a compañías multinacionales americanas de quien el señor Bush es accionista o al pueblo iraquí? usted conoce la respuesta mucho mejor que yo, señor Aznar.
No tengo ni idea de si con tales acusaciones me expongo a que se me castigue por difamación o cualquier otro cargo. Pero me arriesgo voluntariamente.
En cuanto a las personas a las que acuso, incluido usted, no las conozco, sólo las he visto en fotografía o por televisión, no siento hacia ellos ni rencor ni odio. Para mí sólo son entes, espíritus de perversión social. Y el acto que ahora ejecuto no es más que un medio, no sé si revolucionario en nuestros días, para acelerar la explosión de la verdad y de la justicia, también de una justicia internacional que, hasta ahora, no existe.
Sólo anhelo una cosa, y es que se haga luz en nombre de la humanidad que tanto ha sufrido y que tiene derecho a la búsqueda de la felicidad. Mi ardiente protesta no es más que un grito que me surge del alma. ¡Que se atrevan pues a llevarme a los tribunales y que la investigación tenga lugar a plena luz del día!
Entretanto, espero. Siempre hay tiempo para la paz.
Escribo esta carta, señor presidente, el día de su santo. Le deseo pues felicidad, a pesar de que acabemos con la felicidad de miles de iraquíes.
No sé si le enviaré esta carta, si la compartiré sólo con amigos o si la mandaré a los medios de comunicación, en todo caso acepte, señor presidente, mi más profundo respeto. Y perdonemé si la felicitación por su santo le llega tarde.

Como ya habrá adivinado por el plagio y la menor calidad de mis aportaciones, esta carta no la firma Zola, a él, sin embargo, que murió por defender sus ideas en el caso Dreyfus se la dedico, él la habría hecho infinitamente mejor, pero creo que el fondo le habría gustado. Por ello me he permitido plagiarle en muchos de los párrafos anteriores y en el título de esta carta abierta.

Rafael Pascual Roca


¿Profecía? En absoluto: sólo sentido común.

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