La actual crisis está provocando sospechosos movimentos por parte de las grandes empresas, especialmente las monopolísticas: Gesa-Endesa, El Corte Inglés, todas las telefónicas, entidades públicas y financieras, etc. son algunas con las que he tenido problemas.
Servicios que nunca se facturaban pasan a ser de pago, aparecen sospechosas facturas atrasadas, revisiones que detectan fallos en las instalaciones que deben ser objeto de cuantiosas inversiones, etc. Hay que revisar al detalle todas las facturas y cargos en nuestras cuentas corrientes.
Y las quejas... siempre a teléfonos que debemos pagar (902), por cierto, ¿por qué no los complementan con teléfonos normales para los que tenemos tarifa plana?... llamadas que nos desvían a misteriosos call centers, que quién sabe dónde están y donde primero nos atiende un misterioso robot de voz profunda del que, lo más suave que se puede decir es que es tonto... después nos contestan personas desconocidas (cada vez una distinta, por lo que hay que volver a exponer toda la letanía del proceso), con misteriosos acentos y que, en general, no tienen ni idea de lo que responden.
Normalmente no se encuentra ninguna dirección de internet a la que protestar, y cuando ésta existe, se responde de la misma manera que al teléfono, es decir, por personas distintas que no tienen ni idea del proceso...
En fin, que apenas he conseguido resolver ningún problema. Por tanto, mi despedida siempre es la misma:
Sean ustedes felices, ya que sus clientes no podemos serlo.
Servicios que nunca se facturaban pasan a ser de pago, aparecen sospechosas facturas atrasadas, revisiones que detectan fallos en las instalaciones que deben ser objeto de cuantiosas inversiones, etc. Hay que revisar al detalle todas las facturas y cargos en nuestras cuentas corrientes.
Y las quejas... siempre a teléfonos que debemos pagar (902), por cierto, ¿por qué no los complementan con teléfonos normales para los que tenemos tarifa plana?... llamadas que nos desvían a misteriosos call centers, que quién sabe dónde están y donde primero nos atiende un misterioso robot de voz profunda del que, lo más suave que se puede decir es que es tonto... después nos contestan personas desconocidas (cada vez una distinta, por lo que hay que volver a exponer toda la letanía del proceso), con misteriosos acentos y que, en general, no tienen ni idea de lo que responden.
Normalmente no se encuentra ninguna dirección de internet a la que protestar, y cuando ésta existe, se responde de la misma manera que al teléfono, es decir, por personas distintas que no tienen ni idea del proceso...
En fin, que apenas he conseguido resolver ningún problema. Por tanto, mi despedida siempre es la misma:
Sean ustedes felices, ya que sus clientes no podemos serlo.
¿No será que la crisis está haciendo que las grandes empresas busquen petróleo donde no lo hay, en las sufridas espaldas de sus clientes? Parece que sí.
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