lunes, 7 de enero de 2008

El tiempo del cambio


Éste es el tiempo del cambio, el futuro se puede tocar... cantaba Miguel Ríos allá por los inicios de los ’80. El cambio sigue y se acelera a un ritmo vertiginoso. Tecnologías de la información, globalización, robótica, tarjetas inteligentes, nuevas formas de producción...y nosotros en el laberinto y ... ¿quién se ha llevado mi queso?... inmersos en la vorágine.

Ya Milton Friedman, precursor del neoliberalismo económico nos apuntaba la diferencia del siglo XX con respecto a todos los anteriores en su libro “Libertad de elegir”, “De la cuna a la tumba” se titulaba uno de sus capítulos dedicado a resaltar la uniformidad en el modo de vida de los siglos anteriores. Cierto que siempre había habido catástrofes, cataclismos que rompían un estilo de vida: pero eran eso, anormalidades en una vida pausada y poco sujeta a cambios.

Situémonos a principios del siglo XIX y pensemos en la tecnología, la filosofía, la ciencia de la época, especialmente aquellas de las que podía disponer una persona corriente. Pocas serían las diferencias con respecto a la época de los romanos. Situémonos en el tiempo actual, y pensemos en cuántas de las cosas de que disponemos no existían en 1900 ó 1950, por ejemplo. Nada de una vida de la cuna a la tumba, nada de poder vivir de rentas. El cambio, la adaptación son más necesarios que nunca en un mundo social sumido en un cambio permanente, en un cambio institucionalizado. Felices aquellos tiempos en que disponer de una renta perpetua era una garantía. Hoy nadie tiene nada asegurado, ni siquiera los ricos.

La civilización industrial, la del Taylorismo y del Fordismo han pasado a la historia. Ese trabajador oprimido por el maquinismo que tan magistralmente describió Charles Chaplin en “Tiempos modernos” ya es arcaico. La organización del trabajo ha variado de un modo sustancial comportando toda una serie de cambios sociológicos que afectan al individuo y a las estructuras sociales. El obrero que tan magníficamente representa Chaplin ya no es útil en la sociedad actual: no es flexible, no es adaptable, sólo sabe ajustar tuercas y repite el mismo gesto hasta la extenuación.

Flexibilidad y adaptabilidad son los nuevos dioses de la Nueva Economía. Flexibilidad laboral, flexibilidad en la educación, flexibilidad en las costumbres, movilidad laboral... todo menos estarse quieto. “¿Quién se ha llevado mi queso?” de Spencer Johnson es el título de un breve panfleto propagandista del nuevo credo Neoliberal. Veamos un breve fragmento de la obra (siento no tener ganas de reproducir el alarde tipográfico que resalta y refuerza las siguientes sentencias):

“El cambio es un hecho. El queso se mueve constantemente. Prevé el cambio. Permanece alerta a los movimientos del queso. Controla el cambio. Huele el queso a menudo para saber si se está enmoheciendo. Adáptate rápidamente al cambio. Cuanto antes se olvida el queso viejo, antes se disfruta del nuevo. ¡Cambia! Muévete cuando se mueva el queso. ¡Disfruta del cambio! Saborea la aventura y disfruta del nuevo queso Prepárate para cambiar rápidamente y disfrutar otra vez El queso se mueve constantemente.”


Éste es el mensaje de la Nueva Economía neoliberal. El libro no hace más que repetir hasta la saciedad este machacón mensaje: cambia, te lo pide la economía. El economicismo ha llegado a su cumbre. El homo economicus llega hasta sus últimas consecuencias, dispuesto a sacrificarlo todo: familia, sociedad, estilo de vida... en aras a la obtención de su queso. Pero... ¿quién demonios es el que nos cambia el queso de sitio?. Todo en función de la economía, pero ¿al servicio de quién o de qué está la economía?...

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