Ya hemos comentado en otro artículo el caso de Eluana Englaro, la chica italiana en coma irreversible a la que el tribunal supremo italiano había concedido el derecho a morir. Pues bien, ahora vuelve a saltar a las noticias: el gobierno italiano, por la vía de la coacción, la condena a vivir.
Con derecho a morir, condenada a vivir. Extraña situación para una joven que, de hecho, está ya muerta. ¿Puede pensar?, ¿reir?, ¿llorar?, ¿sentir?, ¿amar?, ¿odiar?...¿es ella?, ¿es Eluana Englaro?, ¿no puede alguien decidir que, en estas condiciones, es preferible morir?. Reclamo, desde aquí, el derecho a una muerte digna. Hay vidas que es de justicia no tener que vivir, aunque diga lo contrario Su Santidad, el Papa de Roma. Y, si existe Dios, dudo mucho que esté de acuerdo con el Papa, y creo que mi opinión cuenta tanto, ni más ni menos, que la suya.
Y si duro debe ser el caso para Eluana, imagínense el drama que están viviendo sus familiares, especialmente su padre, cualquiera con un mínimo de empatía puede imaginarse la situación de este pobre hombre, teniendo que luchar para que la sociedad tome una decisión tan dolorosa para él (ya es dramático el mero hecho de tomar la decisión él mismo). Teniendo que convencer a mentes cerradas, anticuadas, inquisitoriales, etc. como la del Sr. Berlusconi, teniendo que luchar contra el poder fáctico que la iglesia católica tiene en Italia, teniendo que luchar para... que al final el gobierno le robe su derecho.
Definitivamente, no hay derecho.
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