Estimado Sr. Antich, estimados Sres. de la Consellería de Presidencia:
Esta queja, que pretende ser enérgica, está constituida por una historia a la vez real y kafkiana (sí, ambos términos no son excluyentes). Créame que lamento profundamente no tener la calidad literaria de un Kafka narrando procesos o de un Cervantes narrando batallas contra molinos de viento, el argumento se lo merece y probablemente mis palabras serán un pálido reflejo de la realidad comparadas con las que habrían puesto ambos autores. Tenga en cuenta también que, en aras a la brevedad, tendré que prescindir de muchos detalles y anécdotas que enriquecerían sustancialmente la historia.
Como introducción, les diré que mi padre, de 77 años de edad, es el cuidador único de mi tía, de 75 años, enferma de Alzheimer avanzado (declarada oficialmente dependiente en su grado máximo por una consellería de usted dependiente). Contra los consejos de sus hijos y en aras a un espíritu familiar encomiable, se niega a ingresar a mi tía en una residencia, con el consiguiente ahorro de caudales públicos, pero ello no supone en absoluto que se niegue a recibir ayuda.
Como historia paralela al núcleo de la presente, les diré que mi padre tiene entablada una batalla de quejas, llegando incluso al Colegio de Médicos de las Islas Baleares para conseguir algo tan elemental como que un médico atienda adecuadamente a mi tía en el hospital de Son Llatzer... pero no, ésta es otra historia y debe ser contada en otra ocasión, si lo desean pueden ustedes investigar en las quejas puestas a dicho hospital.
Hace unos días, y estando mi padre (fiel cumplidor de la ley) alarmado ante las noticias de multas astronómicas y pérdidas de puntos en el carnet de conducir por aparcar en sitios destinados a discapacitados, decidió solicitar una tarjeta de aparcamiento para que sus hijos pudiésemos acompañar a Dña. Antonia Pascual Castell, mi tía, al centro de día y devolverla a casa sin ser penalizados.
Acudió entonces a las oficinas de la Consellería d’Afers Socials sitas en Avenida Alemania, donde, después de marearle con un procedimiento burocrático indescriptible le indicaron que la petición tardaría de 6 a 8 meses en resolverse. Nervioso, me lo comunicó, a lo que yo le respondí que no podía ser y que juntos intentaríamos resolver el problema. Ya lo había dicho Keynes: “a largo plazo todos estaremos muertos”.
A la mañana siguiente nos personamos ambos en las oficinas de la Policía Local de Palma, donde se emiten las mencionadas tarjetas. Allí ya nos vimos obligados a mantener una discusión por la poca predisposición a resolver problemas, pero finalmente nos hicieron un escrito con una narración de lo sucedido (que pongo a su disposición), y nos trataron de una forma que, visto lo acontecido después, no puedo sino calificar de exquisita.
Acto seguido nos personamos en el Centro Base de la Consellería d’Afers Socials ubicada en la calle Jacinto Verdaguer, donde se nos ha tratado de una forma indigna, como si fuésemos ganado.
El funcionario que nos atendió en la puerta (el único detalle que puedo dar de él es que usa bigote), antes de que dijésemos una sola palabra, y sólo viendo el membrete del certificado de dependencia que le enseñábamos, nos dio un no por respuesta, “esto no es aquí” fueron sus palabras textuales, al informarle de que deseábamos una tarjeta de aparcamiento nos contestó que teníamos que ir a la policía local, al decirle que veníamos de allí y enseñarle el escrito obtenido se negó a leerlo... en fin, para qué seguir con las anécdotas, su actitud fue totalmente displicente y obstruccionista.
Como nuestras quejas eran audibles vino una Sra., después la directora del centro base nos indicó que era asistente social (qué ironía) con una actitud similar, abrumándonos con solicitudes de fotocopias de DNI (algo desaconsejado en la legislación a las Administraciones Públicas) y otra serie de obstrucciones. No quiso hacer caso de ninguna de las sugerencias que le hicimos: que usara ella la fotocopiadora, que llamara a su jefe, que pusiera la situación por escrito... por cierto, le mencioné la falsedad documental en que se nos hace incurrir haciendo que mi tía, manifiesta y oficialmente dependiente, firme con el dedo una solicitud cuando físicamente no puede. Naturalmente no me hizo ni caso.
Por último, a instancias de la guardia de seguridad (Dña Lorena, única funcionaria ejemplar y trabajadora que encontramos, profesional como la copa de un pino y capaz de desactivar potenciales situaciones de conflicto), vino la directora del centro base (Dña. Rosa Binimelis) que nos tranquilizó con buenas palabras y nos citó con mi tía hoy martes día 28 de Octubre de 2008 para que la viera un médico, garantizándonos aparcamiento reservado a minusválidos y prometiéndonos que nos harían los certificados solicitados por la policía local de Palma.
Hoy nos presentamos con mi tía en lamentable estado... en primer lugar tenemos que esperar una hora para que nos atiendan. Primero viene una funcionaria que nos hace cuatro preguntas improcedentes acerca de la situación de mi tía, sus ingresos, su cuidador, los ingresos del cuidador, etc. (todo para una triste tarjeta de aparcamiento). Bien, tenemos paciencia y respondemos amablemente a las preguntas, si bien indicando que no las entendemos.
Y por fin, después de haber esperado una hora como he dicho, viene la supuesta doctora, que nos da los buenos días, hablando a mi tía (fue la única vez que le dirigió la mirada), se pone a mirar los certificados aportados por nosotros, diciendo que no le bastan e instándonos a que consigamos más en Son Llatzer (aquí entronca la historia antes narrada), ni se acerca a mi tía, ni la mira, ni hace el más mínimo amago de explorarla. Por eso he dicho supuesta médico, por su actitud, bien pudiera haber comprado el título a la red recientemente desarticulada.
Ahí volvemos a quejarnos, viene otra funcionaria que simplemente oye todas nuestras quejas como quien oye llover, encajándolas, eso sí, con una flema británica. Cuando solicitamos hojas de reclamaciones nos dice que no tiene, sugiriéndonos que hagamos la queja en una hoja en blanco, sólo después de 10 minutos, misteriosamente, aparecen dichas hojas...
En fin, ya no puedo más, el maltrato, la desidia, el poco espíritu proactivo y de resolución de problemas, la falta de humanidad, la improductividad, la falta de rentabilidad económica me parecen evidentes en lo hasta aquí narrado. Es necesario que ya se empiece a considerar al ciudadano como persona dotada de derechos y dignidad y no como ganado.
Al hilo de lo narrado, algunas cuestiones desordenadas y cazadas al vuelo:
- La burocracia y el obstruccionismo en las Administraciones Públicas son un cáncer. Si no se auditan procedimientos, se resuelven ineficacias, se eliminan duplicaciones de trabajo y si no se trabaja con espíritu productivo y de rentabilidad social mal nos irá en esta crisis.
- ¿No será que la corrupción que se está destapando judicialmente ha corrompido la Administración Pública hasta abajo generando desidia y frustración?
- ¿No es necesario ya que el funcionario probo y eficaz se vea recompensado y el displicente y poco trabajador desincentivado?
- ¿Es imposible auditar los trabajos de la Administración para comprobar si los procedimientos y las personas son los adecuados para la rentabilidad que se busca?
Con el deseo de que se solucionen todos los problemas, que son muchos, y poniéndome a su entera disposición para colaborar en la medida de lo posible y desde mi humilde posición (yo mismo padezco una grave enfermedad).
Reciba mis más cordiales saludos,
Rafael Pascual Roca
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