viernes, 2 de enero de 2009

Charles Darwin

Probablemente, el título de mejor científico de la historia se lo lleve Isaac Newton, pero el de más valiente le corresponde, por pleno derecho, a Charles Darwin.

Armado con las dos más revolucionarias armas jamás vistas, sus sentidos y su cerebro, salió nuestro héroe, del que ahora se cumple el bicentenario de su nacimiento, a recorrer mundo, y con sus armas, vio, analízó, reflexionó, y llegó a extraordinarias y revolucionarias conclusiones: la selección natural es el mecanismo que permite la diversidad de formas que adopta la vida en la tierra.

Así, según Freud, se produjo la segunda de las grandes revoluciones científicas. Tras la de Copérnico, que desplazó al hombre del centro del universo, se produjo la de Darwin, que redujo al hombre al producto de una larga cadena evolutiva desde animales inferiores... la tercera se la reservaría a sí mismo (modestia aparte).

Y sin embargo, a pesar de su valía como científico, a pesar de las aplastantes evidencias que sustentan su teoría evolutiva, a pesar de la unanimidad del mundo científico... todavía a estas alturas es necesario reivindicar a Darwin.

En pleno siglo XXI, todavía más de la mitad de americanos no creen en la teoría de la evolución, inclinándose por la versión bíblica de la creación, e incluso el actual presidente, por poco tiempo, profesa creencias creacionistas.

Así pues, desde el mono pensante que encabeza estas reflexiones, reivindiquemos al valiente Charles Darwin.

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