
Una vez más, queridos amigos, el título dice lo que quiere decir. Efectivamente, el capitalismo no existe, de hecho ha existido en muy pocas ocasiones en la historia (a lo mejor en los mercados medievales), y el comunismo perduró mucho más que él. Una vez asentado que el liberalismo no existe, vamos a por la inexistencia del capitalismo.
Tal como apunta un querido anónimo, el regateo es la base del capitalismo. En efecto,
Adam Smith, en su ensayo sobre la
naturaleza y causa de la riqueza de las naciones describió el capitalismo basado en la
libre competencia. ¿Qué supone ésto? En primer lugar, que deben existir múltiples compradores y vendedores en un mercado libre y que ninguno de ellos debe poder manipular el precio, en segundo lugar, que el producto sea
homogéneo, en tercer lugar que todos dispongan de información perfecta para poder tomar sus decisiones, en cuarto lugar que todos puedan movilizar los recursos de que dispongan a los fines que sean más rentables y, por último, que exista libertad de entrada y salida al mercado y de acceso a la tecnología. ¿Dónde se dan estas circunstancias? No, de hecho, el capitalismo ni siquiera nació. Y es basado en estas premisas que
Adam Smith concluyó su célebre teoría de que era el
egoísmo individual el que a través de la mano invisible del mercado proporcionaba el mayor interés general. Pero basados en premisas inexistentes, las conclusiones son altamente discutibles.
De hecho, en el mercado real, nos encontramos con situaciones
oligopolísticas o
cuasi monopolísticas, en las cuales unos pocos manipulan los precios y no ha lugar al regateo que conduciría a un mercado auténticamente capitalista. Así pues, como ya previó con clarividencia
Schumpeter, el capitalismo murió de su propio éxito, porque siempre tiende al monopolio. Lo que no vio el genial economista austriaco es que el capitalismo no estaba muriendo en su tiempo, sino que ya había nacido muerto. Mucho más muerto que el marxismo.
Así pues, con lo que nos encontramos en la realidad es con una situación de monopolio o
cuasi monopolio, en la cual las empresas nos fijan el precio, sin lugar alguno para la fijación de las célebres
curvas de oferta y demanda de
Adam Smith. En efecto, ¿qué consumidor puede plantearse una curva? No, lo único que puede hacer es tomar o dejar lo que se le ofrece, tal como
acertadamente indica el comentarista, al que creo conocer. Saludos.
Sería pues genial tu idea del regateo en el hipermercado: quiero pagar tanto por el carrito, lo tomas o lo dejas. Problemas:
Si sólo lo hiciera un consumidor conduciría a hilaridad, puesto que su poder frente al hipermercado es quijotesco. Haría pues falta un acuerdo entre consumidores para hacer frente a la situación oligopolística.
Se pondría en un brete a la cajera del supermercado, y la pobre no tiene culpa de nada.
En fin, querido amigo, que si quieres hacer una asociación de consumidores para regatear con las empresas y restituir, en la medida de lo posible, cuentas con mi apoyo y con este foro. Sería curioso eso de negociar en igualdad de condiciones con un hipermercado.
Para terminar una noticia: Bush compara la guerra de Irak con la II guerra mundial. Como dijo Einstein: "Sólo el Universo y la Estupidez Humana son infinitos, y de lo primero no estoy seguro...". Pero es que en el caso de Bush, confeso creacionista, es donde más patentemente se demuestra que, contrariamente a ciertas teorías evolucionistas, la evolución sí da marchas atrás y regresiones. Su inteligencia no alcanza la de un reptil.
Y ante dos noticias de penas de muerte (1 y 2) recordar la frase del filósofo y emperador Marco Aurelio: "La mejor manera de defenderse de ellos es no parecerse a ellos." ¿Acaso no nos parecemos nosotros a los asesinos cuando les matamos "a sangre fría" (Truman Capote dixit).
En fin... cosas veredes...
2 comentarios:
Querido Rafael: Los hipermercados son más vulnerables de lo que parecen. Bastaria un grupo organizado de 15 o 20 personas en día y hora punta para provocar un atasco monumental en caja. Imaginatelos regateando el carrito de la compra ante la cara de estupefacción de la cajera, la cual diría, evidentemente que eso no lo puede hacer. Se reclamaría, por supuesto, la presencia de una instancia superior. Habría que contar con la complicidad de alguien con poder suficiente para difundir la noticia. En principio no se trataría de conseguir que nos saliera el carro más barato, sino de poner de moda el experimento sociológico como forma de diversión. Dejar el carro y ver que pasa. ¿Lo tomas, o lo dejas?
¿Qué os parece?, ¿abrimos un debate acerca del regateo en los hipermercados? Espero vuestras opiniones.
Publicar un comentario