Han coincidido en el tiempo los casos de la niña de 13 años Hannah Jones, que rechaza un incierto transplante de corazón por los sufrimientos que le puede ocasionar y de Eluana Englaro, la chica italiana que lleva 16 años en coma irreversible, y a la familia de la cual el tribunal supremo italiano ha permitido desconectar de los aparatos que la mantienen con vida.

Juzgan, juzgan, juzgan... se arrogan el derecho a juzgarlo todo: la capacidad de sufrimiento, el amor de un padre, la dignidad de una niña, y todo, todo, repito, todo amparándose en las palabras de Jesús, que vivió en Nazareth hace unos 2.000 años
Pero, ¿no fue Él quien dijo: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y se os perdonará", palabras recogidas en el Santo Evangelio según San Lucas, capítulo 6, versículo 37?
La sentencia anterior parece meridianamente clara, y sin embargo la Iglesia Católica se ha pasado toda la historia, y todavía sigue, juzgando. Juzgando que no se debe usar preservativo, juzgando a Galileo, juzgando el derecho a una muerte digna, juzgando el aborto, juzgando... juzgando.
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