miércoles, 14 de enero de 2009

K.O. a la muerte

Me quedo hoy con una de estas noticias curiosas que suelen aparecer escondidas en los apartados de Ciencia de los periódicos: La muerte dejará de asociarse a la vejez en treinta años.

La inmortalidad es, quizás, el anhelo más profundo y persistente del hombre desde el alba de los tiempos. La inmortalidad, la primera de las características que ponemos a los dioses, es un sueño, una quimera y... en el fondo, ¿quién no se quiere inmortal? al fin y al cabo, la única muerte que no experimentaremos nunca será la nuestra: "cuando yo estoy, la muerte no está, cuando la muerte está, yo no estoy" dijo alguien (si alguien sabe quién, que por favor me lo diga). Ahora Aubrey de Grey resucita el tema.

Sin embargo, más allá de la factibilidad o no de la idea, ¿es deseable la inmortalidad?, ¿está hecho el hombre para la inmortalidad?

Veamos, el planeta está superpoblado, si logramos la inmortalidad en treinta años, como dice de Grey, no creo que hayamos desarrollado lo suficiente los viajes espaciales, por tanto, la única solución será prohibir los nacimientos, ¿es deseable una tierra sin sangre nueva, donde los habitantes tengan primero noventa años, después ciento ochenta, después cuatrocientos veinte, después...?, ¿es deseable condenar a la no existencia a futuras dotaciones genéticas que pueden aportar nuevos puntos de vista sobre la sociedad, el hombre, el universo...?, ¿es deseable condenar a los seres humanos a una existencia eterna, monótona, siempre con las mismas personas, siempre igual, aunque sea con toda la salud del mundo?

No, se me antoja una existencia estéril e inútil. No a la pesadilla de la inmortalidad. No a la eternidad, dejémosela a los dioses...

Nota: parte de las ideas de este artículo están tomadas de Asimov.

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