jueves, 25 de diciembre de 2008

Guerra y paz

Ayer fue Nochebuena: noche de paz, hoy es Navidad: paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. ¿Y por qué no las restantes 364 noches y los restantes 364 días del año? No, paz siempre, la guerra es cruel, no hay que humanizarla ni que edulcorarla, hay que mostrarla en toda su crudeza, en su esencia: la maldad.

Uno de los párrafos literarios que más me han hecho pensar es el siguiente fragmento de Guerra y Paz, de León Tolstoi, en él se nos muestra la guerra sin máscaras, sin maquillajes, sin pestañas postizas, la guerra tal como es. Léamoslo por la paz:

- Ni un prisionero - continuaba el príncipe Andrés -esto sólo cambiaría el carácter de la guerra, haciéndola menos cruel. Nosotros hemos sido magnánimos, y éste es el mal, hemos jugado a la guerra. Esta magnanimidad y esta sensibilidad son, en la guerra, las de una señora que se pone mala al ver matar a un becerrito: es tan buena que no puede ver sangre, pero se come el becerrito con buen apetito cuando se lo sirven guisado. Se nos habla del derecho de la guerra, de la caballerosidad, del parlamentarismo, de los sentimientos humanos para con los desgraciados, etcétera. ¡Tonterías! ¡En mil ochocientos cinco vi la caballerosidad y el parlamentarismo! Nos hemos engañado, nos hemos engañado. Te roban la casa, ponen en circulación billetes falsos, matan a mis hijos y a mi padre y se habla del derecho de la guerra y de magnanimidad para con los enemigos. ¡Ni un prisionero, sólo ir a matar o la muerte! El que como yo ha llegado a estas conclusiones, por lo mismo que ha padecido...

El príncipe Andrés, que creía que le era indiferente que Moscú fuera o no tomado como lo había sido Smolensk, se interrumpió bruscamente y un sollozo inesperado le agarrotó la garganta. Quedó un momento silencioso, pero sus ojos brillaban de fiebre y los labios le temblaban cuando volvió a hablar.

- Si en la guerra no hubiera magnanimidad, sólo marcharíamos cuando fuera necesario, como hoy, ir a la muerte. No habría guerra únicamente porque Pablo Ivanich hubiera ofendido a Pedro Ivanich. De este modo, todos los westfalianos y hessianos que Napoleón lleva consigo no le seguirían a Rusia y nosotros no hubiéramos ido a batirnos a Austria y a Prusia sin saber por qué. La guerra no es una cosa graciosa, sino muy fea y desagradable, por lo que es preciso comprenderla y no convertirla en juego, aceptando seria y serenamente esta terrible necesidad. La cuestión reside en esto: apartad la mentira, y la guerra será la guerra y no un juego; de otro modo, la guerra se convierte en la diversión predilecta de la gente ociosa y ligera... -

Paz a todos, siempre...

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